Suponga que
tira una moneda 100 veces, y en algún momento, consigue siete escudos
seguidos. ¿Se sentiría con suerte o dudaría de la racha? ¿O, tal vez,
revisaría la moneda para asegurarse de que no ha sido alterada?
Pues, resulta que una moneda equilibrada puede caer siete veces seguidas del mismo lado.
Sin
embargo, las personas tendemos a enlazar hechos que suceden en serie,
aunque sean independientes, unos de otros. O sea, que después de un
escudo, esperamos una corona, y así sucesivamente. Y ante un resultado
repetitivo, pensamos que las probabilidades de un cambio aumentan.
Pero la moneda no tiene
memoria. Cada vez que se tira tiene 50 por ciento de probabilidad de
caer de un lado o del otro. Ese es el comportamiento aleatorio y
azaroso, que se estudia con la estadística.
Como humanos, buscamos descifrar el mundo. Pero a veces vemos patrones donde no los
hay: escapamos de un león imaginario. De ahí la importancia del
estudio de la estadística que recolecta, analiza e interpreta datos para
ayudarnos a tomar decisiones.
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